Finlandia (Helsinki)
Tal como lo ve Carbo Culture, la naturaleza ya hace un gran trabajo capturando CO2. ¿Quizás lo más innovador que podamos hacer sea simplemente echarle una mano?
Dato curioso: el 70% del carbono en el cuerpo de un estadounidense promedio proviene del maíz.
El carbono es vida. Estamos hechos de él, lo comemos, hacemos acero con él. Desgraciadamente, también usamos muchos combustibles a base de carbono, por lo que también lo quemamos. Todo ese CO2 termina en la atmósfera, elevando la temperatura del planeta. La Tierra es la olla llena agua y nosotros somos la rana que está a punto de hervirse. Abordar este problema requiere pensar con rapidez, pero quizás la solución sea más simple de lo que creemos.
Además de economista y emprendedora, la directora ejecutiva de Carbo Culture, Henrietta Moon, también es capitana de barco. Posee la calma necesaria para afrontar tormentas ambientales de gran magnitud. El carbono atmosférico es “el problema general”, dice, recordando los orígenes de la empresa junto con su cofundador, el ingeniero mecánico Chris Carstens. “Impacta en todo; en la seguridad global, la salud, la pobreza, la producción de alimentos… Por eso decidimos centrarnos en el cambio climático”, explica.
Hay mucho en juego, ¿pero nadie más está tratando de solucionar el problema? “Hay un puñado de empresas que intentan hacerlo, somos una de ellas”, dice Henrietta. Sin embargo, otras empresas no son tan ambiciosas. El objetivo de Carbo Culture es haber capturado un millón de toneladas de CO2 en 2025. Después de eso, “nuestro objetivo es eliminar mil millones de toneladas de carbono de la atmósfera para finales de la década”. ¿Su arma preferida? El ‘biochar’ o biocarbón.
El biocarbón es carbón vegetal con esteroides. Se forma cuando la biomasa (material animal y vegetal) se piroliza sin oxígeno. Durante el ciclo natural del carbono, los materiales orgánicos se descomponen y alrededor del 1% del elemento termina en la tierra. El resto se libera al aire en forma de gas. Al interceptar este proceso, Carbo Culture puede capturar entre el 50 y el 60% del carbono antes de que termine en la atmósfera. El producto final es un biocarbono funcional; su principal mercado emergente es el sector agrícola.
El biocarbón es una forma para que los agricultores, a menudo como chivos expiatorios de la crisis climática, adopten soluciones respetuosas con el planeta. Mezclado con fertilizante, el biocarbón ralentiza la liberación de nutrientes, ayudando a reducir la eutrofización de las vías fluviales circundantes, previniendo problemas como la proliferación de algas tóxicas. Darle al ganado de 1 a 2% de biocarbón con su alimento regular ayuda a asentar el estómago, reducir las emisiones de metano y mejorar su microbioma intestinal; es decir, vacas más grandes y más saludables.
Algunas prácticas agrícolas pueden causar un caos para los microorganismos en el suelo. La adición de biocarbón en tierras no cultivables de menor calidad crea suelos que facilitan el intercambio de nutrientes entre las plantas y los organismos microbianos. Eso anima a todo el microbioma, transformando los campos estériles en espacios de cultivo viables. Un suelo feliz produce plantas más saludables, que luego devoran carbono de manera más eficiente, tal como hace la naturaleza. También reduce los niveles atmosféricos de óxido nitroso, que también contribuye de manera significativa al calentamiento global.
Lo mejor es que el biocarbón puede mantener el carbono estable en el suelo durante unos mil años, sin necesidad de reemplazarlo, ¡una cosa menos de la que preocuparse!
“Hemos construido una instalación piloto de I + D en California, que hemos podido ampliar 8 veces”, dice Henrietta con entusiasmo. La instalación ha sido fundamental para garantizar que el biocarbón esté a la altura de las circunstancias: “Hemos probado la tecnología, sabemos que funciona”, señala.
La idea en sí no es nueva. Allá por el año 500 a.C., las tribus amazónicas utilizaban carbón vegetal para crear una capa superior del suelo más saludable y regenerativa, lo que les permitía cultivar en medio de áreas forestales que de otro modo serían infértiles. El desafío de Carbo Culture es llevar una versión actualizada de esa práctica a las masas. “La construcción de una instalación comercial es el mayor obstáculo”, explica Henrietta.
La tecnología de la empresa consiste en un reactor de biomasa portátil. Esto ahorra el transporte de toneladas de residuos orgánicos a una planta de procesamiento, lo que ayuda a reducir aún más las emisiones de CO2.
Hacer que el biocarbón sea homogéneo y fiable no es tarea fácil, utilizando diferentes materias primas de biomasa (huesos de melocotón, cáscaras de nueces, maíz, etc.). Obtener una captura de carbono constante a partir de materiales mixtos es como intentar lanzar un dado 1.000 veces seguidas y que aparezca el mismo número. Sin embargo, el reactor es capaz de procesar estos diversos materiales de origen.
La cooperación es clave para superar los reveses. “No es fácil trabajar a distancia. Pero nuestro equipo se está desempeñando muy bien, están muy motivados. A causa de la pandemia, hemos sufrido muchos retrasos. Pasó mucho tiempo antes de que se nos permitiera o pudiéramos reanudar la remodelación de la instalación piloto, para que la gente volviera a trabajar allí”, dice Henrietta.
Con un objetivo tan urgente, el futuro tuvo que pasar a un segundo plano durante un tiempo: “Toda la financiación climática se congeló durante varios meses mientras nosotros [como planeta] tratábamos de averiguar qué estaba pasando”, recuerda Henrietta. “El equipo se las ha arreglado para ser resistente, ha sido súper adaptable.”
AcciónAtlas: Aún queda trabajo por hacer, pero ayuda tener la mayor cantidad posible de personas a bordo. “Estamos creando una base de datos comunitaria expertos públicos, profesores universitarios, para que todo el mundo pueda aportar las habilidades que tenga.” Sigue a Carbo Culture en Twitter para conocer sus novedades y podcasts.
Biografía
Holly es traductora y guionista convertida en periodista.
Responsable del proyecto
Henrietta Moon
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