Solo diez días antes de escribir este artículo, las vidas de cuatro amigos veinteañeros (Simone Policano, Healy Chait, Mimi Aboubaker y Liam Elkind) eran muy distintas. Healy y Liam estaban ansiosos por terminar su primer año de universidad, Simone estaba ocupada actuando para una obra de off-Broadway y Mimi estaba concentrada en el lanzamiento de una start-up de ayuda financiera.
Pero, con la llegada y rápida expansión del COVID-19, el grupo, que se conoció a través de amigos mutuos, se quedó en shock con la cantidad de sanitarios que estaban arriesgando sus vidas para ayudar a las comunidades locales. “Decidimos que si ellos podían hacer eso, entonces nosotros podíamos repartir la compra”, dice Simone. Una semana después, lanzaron Invisible Hands, una iniciativa dirigida a personas mayores y de alto riego que están totalmente confinadas en sus hogares.
“Hay un deseo muy profundo en hacer el bien en un mundo en el que suele predominar el mal”, dice Liam Elkind.
Los fundadores, que son de Nueva York y New Jersey, reciben los pedidos a través de la página web, y un voluntario realiza las compras y el reparto a las casas, tomando las máximas precauciones. Después de una semana del lanzamiento de la iniciativa, Invisible Hands ya cuenta con unos 5.000 voluntarios y ha inspirado a organizaciones de todo el mundo.
Invisible Hands no solo proporciona un servicio muy necesario en su comunidad, sino que también está creando conexiones sociales (a la distancia de seguridad requerida, por supuesto) con cada uno de sus repartos. El grupo espera poder inspirar a otros hacer acciones similares en otras comunidades. Por ahora, ya han recibido llamadas y emails de organizadores locales y funcionarios públicos desde México, Kenia y Malasia.