“Es importante contar nuestras historias como refugiados, expresarnos y ser escuchados”. David Thok Koang, 16 años, refugiado de Sudán del Sur

La crisis de los refugiados aparece en los titulares vez en cuando, pero ¿cuánto saben realmente los estudiantes sobre la vida de los desplazados? No lo suficiente, según el equipo de My Start. Su creativa solución es sacar a la luz estas historias olvidadas fomentando el talento artístico entre los jóvenes del campo de refugiados de Kakuma.

Fundada por las gemelas Amy y Tania Campbell-Golding (ambas con experiencia en educación artística), junto con FilmAid International y Gua Africa, My Start ha llevado a cabo desde 2011 proyectos de cine, fotografía y arte, dirigidos por profesionales, para los menores de 20 años de Kakuma. Luego, una selección de esas obras de arte se exhibe en escuelas y galerías de Londres con el objetivo de examinar cuestiones relacionadas con el conflicto, los desplazados y la migración y, en última instancia, generar empatía y compasión por la experiencia de los refugiados.

En Kakuma, los talleres fomentan el talento artístico, pero no es el único resultado. “A través de la expresión creativa, nuestros estudiantes aprenden habilidades de liderazgo y comienzan a ‘pensar más allá’”, dice Tania. “El arte se presta al pensamiento independiente, a la observación crítica y a la autoexpresión, todas herramientas valiosas para unos jóvenes a quienes se ha robado la identidad.” De hecho, los líderes del proyecto My Start han visto que para quienes sufren un trauma, el arte a veces puede lograr lo que las palabras no pueden.

Muchos ex alumnos de My Start han puesto en práctica sus nuevas habilidades en trabajos fuera del campo de refugiados, mientras que otros han logrado un éxito notable en otros lugares: un alumno, Abdul Patient, ha ganado premios internacionales con su trabajo cinematográfico; algunos han pasado a representar a Kakuma en Davos. Pero incluso para aquellos que se quedaron, los talleres han tenido un impacto positivo en su vida diaria al facilitar la amistad con otros refugiados de otras naciones, rompiendo barreras a través del lenguaje universal del arte.

También se forman vínculos entre continentes. Al conocer las historias personales de los refugiados a través de sus películas y obras de arte, los estudiantes del Reino Unido a menudo envían mensajes de agradecimiento y apoyo al campamento. Pero quizás lo más importante, añade Tania, es que dejan de ver a los refugiados como un grupo genérico y comienzan a verlos como individuos jóvenes, incluso como posibles amigos.

En las aulas del centro de Londres, se ha despertado otro sentimiento: “Muchos de los estudiantes [del Reino Unido] provienen de familias de refugiados o inmigrantes, pero sus historias han sido encubiertas por vergüenza. De repente, se acercan y nos cuentan sus propias luchas, o se van a casa para hacer preguntas sobre las historias de familiares que no se les han contado”, revela Tania. “Conectar estos puntos ha sido esencial para aumentar la conciencia y la empatía”. Así, la vergüenza puede convertirse en orgullo y ayudar a rescatar la identidad cultural.

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