Pendientes contra bombas

Muhra/Small Projects Istanbul
Turquía (Estambul)

Muhra en árabe significa ‘potro’, pero también nuevos comienzos. Representa lo que hacemos aquí.”

En un discreto edificio de cinco pisos en el barrio de Mevlana Kapi, el distrito histórico de Estambul, un grupo de mujeres refugiadas sirias se ha reunido casi a diario desde 2017. Allí elaboran pendientes, cosen caftanes de seda y kimonos, pulseras de cuentas y bolsos de tela.

Están aquí para ser autosuficientes; para producir y vender colecciones de ropa y accesorios bajo su propia marca de moda socialmente consciente y empoderadora, Muhra.

Más de 3,6 millones de sirios registrados residen hoy en Turquía, según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR); muchos de ellos en Estambul, la ciudad más grande del país.

En 2015, la australiana Karyn Thomasque vivía y trabajaba en Damasco, decidió mudarse allí debido a la guerra en Siria. Comenzó a ofrecerse como voluntaria para ayudar a las familias que huían de la guerra, a la mayoría de las cuales conoció en Damasco. Poco después, fundó Small Projects Istanbul, una ONG independiente que organiza iniciativas de apoyo educativo y programas de bienestar psicológico para familias que viven en el barrio de Mevlana Kapi.

“Al principio estábamos en un espacio pequeño, una pequeña tienda”, explica Shannon Kay. Desde allí, se mudaron a un sótano más grande y, un año después, a un edificio alquilado.

La ONG ayuda a las familias desplazadas en el vecindario, empoderando a las mujeres a través del trabajo y las relaciones interpersonales dentro de la comunidad. “En los primeros seis meses trabajamos con unas 30 o 40 familias. Hoy tenemos a más de 450 personas, en su mayoría mujeres, que participan activamente o se benefician de alguna manera de nuestros programas”, cuenta Shannon.

El grupo ha estado aprendiendo varias técnicas y en 2016 comenzaron a producir la colección‘Drop Earrings Not Bombs’ collection. Un año después, también comenzaron a hacer camisetas, bolsos, caftanes y otros accesorios, de ahí surgió la idea de crear su propia marca de moda

Muhra en árabe significa ‘potro’, pero también nuevos comienzos. Representa lo que hacemos aquí”, explica Rahaf Saad.

Rahaf es oriunda de Latakia, Siria, y llegó a Estambul en 2015. Un año después, comenzó a visitar el centro comunitario y pronto se involucró en el programa. “Al principio, no fue muy fácil para todos aprender las técnicas”, explica, “pero tras intentarlo una y otra vez, cometiendo errores y corrigiéndolos, ahora lo hacemos muy bien”.

Shaymaa Salem, directora de la colección de pendientes, lo confirma. A pesar de las dificultades a las que se enfrentó, está contenta de haber podido escapar de la guerra. “Soy de Alepo, en Siria. Allí todo fue destruido. No teníamos electricidad, nada”, explica. Shaymaa era una mujer de 36 años cuando emigró a Estambul en 2016 con sus padres y seis hermanos y hermanas. Estudió derecho en la Universidad de Alepo, pero no puede ejercer en Turquía. Aunque poco a poco está aprendiendo el idioma, su nivel de turco sigue siendo una barrera para el empleo en su campo.

Shaymaa disfruta trabajando para Muhra y conociendo a otras mujeres sirias, pero lamenta que los turcos hayan comenzado a expresar cierto rechazo contra los refugiados. “Al principio, fuimos bien recibidos, pero ya no. Probablemente se deba a que han pasado varios años desde que comenzamos a venir, y no dejamos de llegar.”

Rana Sawwas, miembro del grupo Muhra, nunca había trabajado antes de llegar a Estambul. “Hago pendientes, me encanta aprender nuevas técnicas y sentirme bien conmigo misma”, dice. Conoció este proyecto a través de otras mujeres sirias, como Shaymaa. “En Siria, los hombres tenían que buscar trabajo; las mujeres, no”, dice Rana. “Ahora todos tenemos que trabajar. Espero volver a casa algún día”.

Estos artesanos producen, entre otras cosas, 200 pares de pendientes y aproximadamente 50 prendas de ropa por semana. “Nuestra capacidad ha aumentado”, dice Shannon con orgullo.

Hoy envían sus productos a tiendas de comercio justo con las que colaboran en el Reino Unido, Australia, Estados Unidos, Estonia, los Países Bajos y Alemania. Pero su producto más vendido, los pendientes, ha llegado a Taiwán y a Hong Kong, entre otros lugares del mundo. A través de alianzas y donaciones, mantienen los motores en movimiento y las mujeres, al trabajar, se sienten bien consigo mismas, ganan dinero para la familia y desarrollan su potencial.

Muhra es parte de Small Projects Istanbul, una ONG establecida en 2015 para apoyar a los desplazados por el conflicto en Siria, Oriente Medio y la región del norte de África. Actualmente, tienen una red de más de 2.000 beneficiarios, incluidas 200 familias y 350 niños. Cada semana, organizan más de 20 actividades en apoyo a la construcción de la comunidad, el enriquecimiento personal y profesional, el apoyo a los medios de vida y la cohesión social.

“Las mujeres que han sufrido tiempos muy difíciles, que han perdido muchas cosas, que han pasado por dificultades, ahora tienen la oportunidad de aprender técnicas, forjar amistades, tanto con miembros del equipo como con voluntarios, y además ganan dinero y reciben un estímulo positivo. Eso es lo más importante”, dice Shannon.

“Ahora miran la vida de manera diferente. Esto es un negocio y hay un elemento de empoderamiento en él.”

Actualización de Rhaf el 5 de mayo:

“Por ahora hemos tenido que detener las actividades de capacitación y las reuniones grupales. En cuanto a la producción, las mujeres trabajan desde casa. Con suerte, esto es temporal y terminará pronto”.

Escrito por

Lisa Goldapple, Editor-in-chief, Atlas of the Future (20 abril 2020)

Responsable del proyecto

Shannon Kay, Rahaf Saad, Shaymaa Salem, Lauren Simcic

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Shannon Kay with the Muhra women

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