La ciudad más dulce de Costa Rica

Ciudad Dulce
Costa Rica (Curridabat)

Curridabat otorga la ciudadanía a las abejas y a sus compañeros polinizadores, mejorando la calidad de vida de sus residentes humanos y alados.

 

Las abejas son esenciales para la vida humana. Sin estas trabajadoras incansables, no tendríamos frutas ni verduras en nuestra mesa y no podríamos alimentar a los animales que consumimos. Además, no disfrutaríamos de una miel deliciosamente antibacteriana. Lamentablemente, estos pequeños amantes del polen de rayas negras y amarillas están disminuyendo en todo el mundo.

Cuando Curridabat era solo un suburbio desconocido de la capital de Costa Rica, San José, las reuniones de su Concejo Municipal se centraban en temas como el agua potable y no había espacio para el ambientalismo, recuerda Irene García, ingeniera en biotecnología y asesora de la Alcaldía. El bienestar de las abejas no estaba en la lista de prioridades del Consejo.

Luego, se produjo un cambio revolucionario que llevó a la ciudad al escenario internacional. El ex alcalde Edgar Mora y su equipo decidieron “ampliar nuestra definición de lo que es un ciudadano de Curridabat” y reconocer a los polinizadores “como habitantes nativos de la ciudad”, explica Irene.

Contruyendo un dulce futuro para todos.

Este esfuerzo imaginativo representó para los humanos dejar de competir con la naturaleza por el espacio y los recursos, y el bienestar de ésta última finalmente se consideró necesario para que los primeros prosperasen. La protección de la naturaleza era ahora una prioridad en todos los planes de desarrollo urbano de Curridabat.

Pero, ¿cómo convencer a 65.000 habitantes para que acojan a cada abeja, murciélago y polilla como si fueran uno de los suyos?

La administración les explicó primero que los polinizadores son “los mayores productores de plantas, árboles y, en última instancia, suelo” necesarios para que los centros urbanos prosperen. Y hay muchos polinizadores en Curridabat, que alberga 15 especies de abejas, 69 de mariposas, 4 de colibríes y 8 de murciélagos.

Según Irene, ningún gobierno municipal puede compensar a los polinizadores por los servicios gratuitos que ofrecen a la población humana, porque su trabajo afecta desde los alimentos, la regulación del clima y la depuración del agua hasta el paisaje y la salud mental.

Según la FAO, el valor estimado de los servicios de los ecosistemas del mundo es de 125 billones de dólares, mientras que Tijjani Muhammad-Bande afirmó que los polinizadores por sí solos aportan 577.000 millones de dólares en producción de alimentos a la economía mundial. Para que te hagas una idea, la industria tecnológica mundial tiene un valor aproximado de 5 billones de dólares en 2021.

Aunque la naturaleza regala grandes beneficios a nuestra sociedad todos los días, pocos gobiernos optan por rendir cuentas al tomar decisiones sobre políticas públicas e inversiones. Y la urbanización sigue siendo una de las mayores amenazas para la biodiversidad.

Residentes humanos y alados trabajan juntos en los jardines comunitarios.

En 2015, Curridabat dio un golpe de timón y se rebautizó como Ciudad Dulce para que los residentes y visitantes, humanos y de otras especies, supieran que los polinizadores urbanos encontrarían refugio aquí.

El Plan Estratégico Municipal más dulce de Costa Rica reinventa el desarrollo urbano en torno a cinco pilares: biodiversidad, infraestructura, hábitat, convivencia y productividad. En cada una de estas áreas, la prioridad es “lograr un cambio tangible a través de cambios en la forma en que los ciudadanos experimentan su entorno”. Piensa como un ciudadano de la naturaleza en Curridabat y te sentirás como pez en el agua.

Curridabat trata los espacios verdes como parte de su infraestructura. Los polinizadores y las personas trabajan juntos en los huertos urbanos para producir frutas y verduras frescas. Cuidan los árboles que se están plantando para promover la regeneración del suelo y un aire más limpio. Se crean nuevas áreas verdes específicamente para atender las necesidades de los grupos vulnerables. La administración no considera Ciudad Dulce como un proyecto, sino como una nueva visión del desarrollo urbano.

Como nos dice Irene García:

“Tenemos que adoptar un modelo que tenga en cuenta a todos los humanos, las plantas y los animales que conviven en el ámbito urbano. Los que están interconectados prosperan.”

Aunque Costa Rica es una nación relativamente pequeña que representa alrededor del 0.03% de la superficie de la Tierra, alberga más del 5% de la biodiversidad del planeta, lo que lo convierte en uno de los 20 países con mayor biodiversidad del mundo, y de las 500.000 especies que hay en Costa Rica, unas 300.000 son insectos. Además, el gobierno prometió alcanzar cero emisiones para 2050.

Sin embargo, San José sigue siendo un núcleo urbano densamente poblado y lleno de cemento que tiene poco que ver con las paradisíacas playas y bosques que los turistas vienen a explorar por el resto del país. Es por eso que Curridabat se convirtió en un biocorredor interurbano que proporciona un paso seguro y refugio para la vida silvestre, además de su valor paisajístico para las personas.

El programa educativo Aula Dulce anima a los residentes humanos a que conozcan a sus vecinos alados y les ayuda a sentirse en armonía con la naturaleza, y el catálogo gratuito ‘Guía de Plantas Dulces’ les enseña cómo cultivar plantas aptas para los polinizadores. Mientras caminan por los parques de Curridabat, pueden escanear el código QR de una planta para averiguarlo todo y ofrecerse como voluntarios para mantener las colonias de polinizadores.

El plan Aula Dulce de Curridabat recibió fondos del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas y su enfoque biofílico le valió al suburbio varios premios, incluido el de Mejor Plan de Ciudad del Congreso para el Nuevo Urbanismo (CNU), el Premio Wellbeing Cities de NewCities y el Premio Internacional de Guangzhou a la innovación urbana.

Irene nos cuenta que los mayores logros de Ciudad Dulce se pueden encontrar en “el bienestar y la felicidad” que se extiende por el vecindario como la miel sobre una tostada. La calidad del aire y los espacios verdes no son los únicos que mejoran, el ánimo también se eleva gracias a una mejor colaboración y a las actividades comunitarias.

“Es el ‘efecto dulzura’, que abarca desde una mayor conciencia y empatía con la naturaleza, hasta adoptar la dulzura y la ternura como un aspecto de las relaciones humanas.”

La Ciudad Dulce está construyendo un Centro de Inteligencia en Biodiversidad para estudiar formas más dulces de reimaginar nuestras ciudades y divulgar la manera de implementarlas. Quieren experimentar con nuevos modelos y generar información que ayude a otras ciudades a prosperar en armonía con la naturaleza.

AcciónAtlas: Irene dice que cada pequeña decisión cuenta. Piensa en ti mismo como parte del ecosistema. En lugar de preguntarte cómo ayudar a los polinizadores, pregúntate “¿Cómo puedo aportar valor al planeta en lugar de substraerlo?”

¿Te pica la curiosidad? Descubre los proyectos sobre abejas que hemos publicado en el Atlas.

Escrito por

Bianca Fiore, Atlas of the Future (13 octubre 2021)

Responsable del proyecto

Jimmy Cruz, alcalde de Curridabat

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