Ecuador (Cotacachi)
Los jóvenes dirigen el espectáculo en Cotacachi.
Hay un conejo, una princesa y un vaquero. Chicos bailando en círculos, un burro humano rodando por el suelo. Es otro taller de teatro de Ñapash Purina, el colectivo de artes juveniles quechua de Cotacachi. Se reúnen cada semana para ensayar, jugar y transformar su entorno.
El grupo fue fundado en 2011 para responder a los problemas a los que se enfrentan los indígenas y jóvenes de Cotacachi, en Ecuador. Desde entonces, han estrenado dos cortometrajes, producido más de ochenta obras de teatro y comedias, y dirigido cientos de encuentros educativos y lúdicos para jóvenes de las comunidades rurales de los Andes ecuatorianos.
Para sus obras se inspiran en situaciones de la vida diaria. En la película corta en dos partes ‘Manillas’, el joven Yauri decide dejar la escuela y su familia para comenzar a trabajar en Colombia, una realidad trágica para muchos jóvenes ecuatorianos que viven en la pobreza. El informe de 2018 de la Oficina de Asuntos Laborales Internacionales de Estados Unidos sobre trabajo infantil en Ecuador concluyó que 168.530 niños ecuatorianos estaban trabajando, y la mayoría (82%) lo hacía en la agricultura. Mientras el gobierno aprueba nuevas leyes y actualiza las existentes para erradicar el trabajo infantil, Ecuador sigue siendo un país de origen, tránsito y destino de adultos y menores sometidos a la trata de personas.
La misión de Ñapash Purina es concienciar a los jóvenes sobre temas como la violencia doméstica y de género, el tráfico de personas y drogas, la explotación infantil, la inestabilidad económica y la escasez de empleo, entre otros. Son temas serios para los jóvenes, pero eligen tratarlos de manera entretenida, creando espacios seguros para aprender mientras juegan. La mayoría de sus protagonistas tienen entre 12 y 25 años y las obras se representan en español y quechua.
Jenny Morales Arotingo, presidenta del colectivo, explica que Ñapash Purina nació de la necesidad de promover la empatía y mover a la acción. “Solíamos hacer campaña de manera tradicional, con carteles, conferencias y charlas escolares; la gente decía que estaba de acuerdo con nosotros, pero nadie movía un dedo. Los textos y las conferencias no nos llevaron a ninguna parte, pero cuando comenzamos a incorporar las artes, la gente de repente se identificaba con nuestro trabajo y decía, ¡ahora lo entiendo!”
Las actividades lúdicas también ayudan a los jóvenes activistas de Ñapash Purina a abrir canales de comunicación intergeneracionales con los niños que sufren abuso y explotación. Entre espectáculos de títeres y talleres de música, los niños crean confianza en sus compañeros y supervisores y el coraje necesario para buscar ayuda.
El conocimiento y el empoderamiento de los indígenas son cruciales para Ñapash Purina (que significa “caminar rápido” en quechua). El colectivo está dirigido por miembros quechua y encuentra formas innovadoras de transmitir la sabiduría ancestral. Desde la medicina tradicional hasta la música y las técnicas agrícolas, las generaciones pasadas solían acceder empíricamente al patrimonio cultural quechua que ahora se está perdiendo. Ñapash Purina usa el juego y la colaboración para preservar la sabiduría y el lenguaje.
“Los niños aprenden que pueden usar orégano cuando tienen dolor de estómago, pero también se dan cuenta de que el conocimiento de sus mayores es incalculable en todos los aspectos de su vida diaria.”
Durante la pandemia, el distanciamiento social no permitió que el colectivo organizara sus campamentos artísticos que atienden a más de 120 niños. A medida que los niños de las comunidades rurales andinas sin acceso a Internet se quedaban atrás, sin poder seguir las clases en línea, Ñapash Purina organizó viajes semanales llamados Brigadas de Educación Comunitaria para ayudarlos a mantenerse al día con sus estudios, al aire libre y a distancia. Desde matemáticas e inglés hasta reciclar basura en instrumentos musicales, los escolares de 10 comunidades andinas pudieron continuar su viaje de aprendizaje hasta 2020 y 2021.
Jenny dice que el mayor logro del colectivo es ver a los niños de ayer convertirse en los activistas de hoy: “Los que dirigen las actividades ahora son las raíces que nutren las flores que aún no han florecido”. El colectivo se convierte en un puente intergeneracional que ayuda a los niños a transmitir la importancia del apoyo mutuo y la educación.
El trabajo de Ñapash Purina está siendo reconocido en todo el país a medida que sus obras ganan premios y el colectivo es invitado a eventos de prestigio como el Festival Internacional de Artes Vivas de Loja. Sin embargo, el camino por recorrer aún es largo.
“No nos detendremos hasta que lo haga la violencia contra los niños y las mujeres.”
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Responsable del proyecto
Jenny Morales Arotingo, presidenta
Colaboradores
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