El Salvador (San Salvador)
ALGES mejora las condiciones de vida de las mujeres heridas en la Guerra Civil de El Salvador a través de la agricultura resiliente al clima.
El Salvador es particularmente susceptible al cambio climático. Está cubierta en su mayor parte por lo que se denomina el Corredor Seco, una masa de bosque seco tropical que se extiende desde México hasta Panamá y que ha sido identificada como una de las regiones del mundo más vulnerables al cambio climático. La presión ya se siente en la región y, según una encuesta de 2021 del Programa Mundial de Alimentos, el 15% de las personas dijeron que planeaban migrar por falta de alimentos.
Sumado a esto, la Guerra Civil de 1981-1992 dejó cerca de 40.000 heridos de guerra (según el informe de la Comisión de la Verdad), y el porcentaje de población con discapacidad se elevó al 10%. Para complicar aún más la situación, alrededor del 92% de los veteranos con discapacidad viven en zonas rurales, donde es difícil acceder a atención médica y sus discapacidades hacen que tengan una gran dificultad para encontrar trabajo en un sector tan exigente físicamente como lo es el agrícola.
Para proteger los derechos y defender unas mejores condiciones de vida para estas víctimas de guerra, en el año 1997 se constituyó la Asociación de Lisiados de Guerra de El Salvador (ALGES).
Sin embargo, las mujeres heridas en conflictos a menudo quedaban atrás. Hace unos cuantos años, ALGES inició un esfuerzo concertado para trabajar con mujeres con discapacidad, tras comprobar que se consideraban excluidas de la sociedad. Se sentían discriminadas y marginadas por parte del Estado y argumentaban que sus derechos no estaban protegidos.
ALGES intervino para empoderar a las mujeres y defender sus derechos, así como también para ofrecerles formación para que pudiesen mejorar sus condiciones de vida. Por ejemplo, ofrecen cursos de liderazgo, agroecología, género, discapacidad, justicia climática, conocimiento económico, habilidades organizativas, incidencia política, planificación, comunicación y atención colectiva. También imparten formación en colectivos solo de mujeres, para interrumpir los ciclos de violencia de género, mediante encuentros basados en el empoderamiento, el autocuidado y la salud sexual.
En los últimos cinco años, 77 hombres y 76 mujeres con discapacidad han sido empleados en la Unidad de Inserción Laboral. Su mediana de edad es de 60 años y algunos de ellos tienen enfermedades crónicas. Pero tener un trabajo hace que estos trabajadores ahora tengan acceso a todos los beneficios y los derechos sociales que otorga la legislación laboral de El Salvador.
ALGES también gestiona un programa de desarrollo de liderazgo femenino, donde 28 mujeres han participado por segundo año consecutivo. El programa refuerza la capacidad organizativa y las habilidades comunicativas de las mujeres con discapacidad y se centra en la equidad de género, la discapacidad y la justicia climática. Las habilidades comunicativas son especialmente importantes, ya que permiten a las mujeres hablar de la desigualdad a la que se enfrentan y les enseñan a defender sus derechos económicos y sociales a nivel local y nacional.
Actualmente, ALGES cuenta con 1.023 mujeres socias con discapacidad, lo que representa el 23% del total de socios. Las mujeres también juegan un papel activo en la organización, y el 22% de los comités y juntas están formados por mujeres. El reciente Comité de Mujeres de la Asociación se creó para garantizar que las voces de las mujeres se escuchen dentro de la organización.
Contar con la voz de las mujeres con discapacidad en la organización es vital, ya que permite identificar y abordar sus necesidades particulares. Como dice Olga Serrano, directora ejecutiva de ALGES, “las mujeres con discapacidad tienen necesidades diferentes y adicionales a las de otras mujeres. Tuvimos que aprender a sobrevivir creando otras fuentes de ingresos y así fue como empezamos a aprender cómo hacer las cosas de una manera distinta. Organizarse es el secreto de la supervivencia y es por eso que, cuando nos encontramos con dificultades, nos conectamos de inmediato”.
La formación en agricultura ecológica y cultivos resilientes al clima es un elemento clave del trabajo de ALGES, debido al impacto del cambio climático en la región. Para Oscar Martínez, a la hora de considerar el impacto del cambio climático, es vital tener en cuenta el contexto rural en el que muchas mujeres viven en condiciones deplorables. Dice que “la justicia climática empieza en el entorno social en el que viven las mujeres, sus problemas, riesgos y amenazas”. ALGES ha dado respuesta a esta crisis mediante acciones específicas, como la plantación de cereales básicos, árboles y huertos para la subsistencia. Estos programas agrícolas no son para la comercialización, sino para la vida sostenible de las familias locales.
Como dice Oscar, “al final, queremos que la comunidad tenga acceso a una alimentación saludable, y que tenga un enfoque agroecológico que recupere la riqueza de la tierra y que permita que las comunidades tengan una relación diferente con la tierra, el aire fresco, los pájaros y otros animales que viven en las zonas húmedas; es decir, regenerar el Corredor Seco donde viven estas mujeres”.
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Responsable del proyecto
Oscar Martínez, Unidad de Planificación y Gestión
Colaboradores
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